top of page
Contáctanos

¡Gracias por tu mensaje!

¿Cómo llegamos hasta acá? Posmodernidad, sustento filosófico e ideológico del neoliberalismo (3/3)

Por Leandro Campaña Molina |


Leé la Primera Parte acá

Leé la Segunda Parte acá


TERCERA PARTE


Hemos establecido ya algunas relaciones fundamentales entre la Posmodernidad y el neoliberalismo, pero como se indicó en la primera parte de este artículo, el énfasis estará puesto en la Posmodernidad para que a partir de un análisis detallado de la misma se desprendan las relaciones que guarda con la racionalidad neoliberal. Una vez aclarado, retomemos las principales dimensiones de la Posmodernidad.


El multiculturalismo y el regreso de la imagen

Recordemos que, en la primera parte de este artículo, se explicaba que Lyotard decreta la muerte de los grandes relatos. Bien, de esto se desprende una estética posmoderna que expresa que las grandes historias han muerto, las tramas han muerto y que por ende no se puede narrar. La Posmodernidad se define como un tiempo sin narración, no hay linealidad, por lo tanto no hay meta ni objetivo.

La posmodernidad exalta el pequeño relato ya que la muerte de los grandes relatos implica la exaltación de los pequeños. De esta manera surge la fragmentación de la historia. Por ejemplo Gianni Vattimo, filósofo posmoderno italiano, propone una filosofía del dialecto. Sostiene que la historia es como el dialecto: son distintos dialectos que deben comunicarse entre sí pero no hay un gran dialecto sino que hay montones de estos que establecen comunicación entre sí. Esta multiplicidad es la historia. La historia es una multiplicidad de hechos, no es una historia única que se desarrolla dialécticamente. Todo esto da lugar al multiculturalismo. Hay una estética de la diferencia, se respeta todo lo distinto y hay una exaltación de lo diferente.

Durante el período de la Modernidad, la palabra (particularmente la escrita) se erigió como herramienta comunicativa central y dominó toda la expresión cultural Occidental. En cambio en la Posmodernidad la imagen se erige como protagonista indiscutible principalmente por el desarrollo de las nuevas tecnologías de la multimedialidad y el dominio de la pantalla. Una pantalla que es pura emoción y que ignora la reflexión intelectual, predominando de esta manera el espectáculo y la mirada sensible. En los tiempos posmodernos predomina el espectáculo, lo que el filósofo francés Guy Debord definió en su obra más importante "La sociedad del espectáculo".


Tiempo de superficies: simulacro y simulación.

Para la vida posmoderna la reflexión y la profundidad características de la Modernidad pierden su prioridad ya que, como se sostuvo anteriormente, este es un tiempo de superficies. La superficie es el espacio de la vida posmoderna. Como decía el sociólogo Zygmunt Bauman, vivimos como patinando sobre un lago helado: vivimos sin detenernos porque el que se detiene pierde. Moverse es cambiar y el cambio es uno de los valores trascendentales de la Posmodernidad. Cambiar y adaptarse constantemente está bien visto.

En tiempo de superficies hay espacio para las simulaciones, como lo demostró la década de los 90. Muchos políticos se han sentido a gusto con este realismo posmoderno sobre todo aquellos con ideales no demasiado firmes lo que les facilitó abrazar el neoliberalismo sin que sus ideales anteriores sufran ningún desarraigo. Véanse los casos de Tony Blair como Primer Ministro del Reino Unido o Bill Clinton como presidente de Estados Unidos. Lo de ambos políticos nunca fue la izquierda prometida en campaña y ambos parecían personajes diseñados por y para la televisión, estábamos ante un simulacro de cambio real. Véase en Argentina la presidencia de Carlos Menem, un hombre proveniente del Partido Justicialista que termina implementando el neoliberalismo más descarado, que parece sacado de un reality show como el actual presidente Mauricio Macri. Ahora mismo el presidente del país más poderoso, Donald Trump, es un presentador de televisión y este es el fracaso de una cultura incapaz de profundizar y asomarse al interior.

No hay cambios estructurales sino que hay conformidad con cambios superficiales y por ende insignificantes; se trata de simulacros y simulaciones. Lo que la mayoría suele catalogar como izquierda no son más que los voceros de un "capitalismo inclusivo" en el cuál no se le da importancia al acto de explotación.

Jean Baudrillard fue un filósofo posmoderno francés que dedico su vida al estudio del simulacro y la simulación. Sostuvo que vivimos en un mundo irreal ya que la realidad está mediatizada por los medios de comunicación y el espectáculo: todo esta mediatizado por la representación, una copia filtrada por la ideología dominante. En este marco Baudrillard acuñó el término hiperrealidad. ¿Qué significa este término? Que hay una desconexión entre el individuo y el mundo material ya que este posee una interpretación descompensada de la realidad (imitación) pero que admite como verosímil y sustituye a la realidad en la que se basó: la simulación es más real que la propia realidad. Nos encontramos en un mundo de estímulos y pantallas que nos han separado de la raíz de cualquier verdad. Diferenciar lo real de lo irreal ya no es una tarea propia de los filósofos sino que es un acto cotidiano.


El fin de la proyección a largo plazo: todo se vuelve efímero

Y si estamos en tiempos de superficie aparece dominante el fenómeno de la seducción, una forma de relación menos profunda. La seducción se adapta a nuestra vida de cambios. Nos seducen personas, cosas, estilos, diseños. La seducción facilita el movimiento: cambiamos de relaciones, de sentimientos, de ideas, de gustos, de lugar, de profesión. Cambiamos todo el tiempo. La seducción es la forma de relación adaptable a la Posmodernidad. Y en ese cambio lo permanente pierde peso.

Los tiempos de superficie y seducción también son efímeros. Nuestra cultura se basa en lo efímero, todo es breve, instantáneo y dura muy poco, todo se torna viejo, obsoleto y debe ser reemplazado. La cultura de lo efímero tiene su manifestación más evidente en el consumo. Gilles Lipovetsky, por ejemplo, relaciona esto con la moda, en la cual prevalece la novedad.

Como afirma el sociólogo estadounidense Richard Sennett, se trata del fin del largo plazo. ¿Qué es lo que sucede? Los trabajadores aniquilan cualquier tipo de proyecto familiar porque en entornos laborales flexibles deben adquirir permanentemente nuevas habilidades que traspasan de trabajo en trabajo. Se hace imposible planificar cualquier futuro porque cuando domina la precariedad la vida laboral pasa a ser una sucesión de empleos de corto plazo. Desaparece cada vez más la línea entre vida privada y trabajo ubicándose este último en el centro de la vida privada. El neoliberalismo requiere que esta transición genere el menor nivel de estrés posible por eso producirá pequeños desplazamientos (a través del relato del esfuerzo y de la superación) logrando que la vida privada y el trabajo finalmente se unan.

Los pedidos de empleo reclaman a los postulantes ser creativos, imaginativos, adaptables, flexibles mientras tanto se construye un discurso cultural que resalta el esfuerzo, la superación y la gestión emocional. El sujeto creativo debe valorar la aventura de la flexibilidad y vivir la precariedad de manera positiva. Como se expresó previamente, están dadas las condiciones para que aparezca la figura del emprendedor, un individuo creativo, flexible, dispuesto a cambiar y a crecer.


Nada es verdad y todo está permitido: el consenso y la importancia del conflicto

La sociedad disciplinaria moderna dejará paso a una sociedad flexible posmoderna, una sociedad en la que la norma se flexibiliza y sume en una profunda crisis a todas las instituciones de la modernidad: la familia, la escuela, la fábrica, etc. No hay verdades acabadas, no hay jerarquías definidas. Las normas posmodernas pueden ser modificadas y moldeadas al deseo de cada uno. Cada uno establece sus propias normas y reglas. La epistemología posmoderna puede sintetizarse en la frase: nada es verdad, todo está permitido. Así se disuelve la idea del rebelde porque sin limitaciones a nuestros actos todos somos rebeldes y hasta los viejos íconos de la rebeldía moderna, véase el Che Guevara, son readaptados y esterilizados por la cultura posmoderna.

Por lo tanto, ya no cuentan valores morales universales iguales para todos. Si la posmodernidad es una cultura de la persona, predomina una moral personal. Yo determino qué cosa es buena y mala, qué es lo correcto y lo incorrecto. En la Posmodernidad predomina la existencia de una multiplicidad de verdades que por su propia definición pone en cuestión el peso de la verdad y hasta se cuestiona de que algo parecido a la verdad exista ya que ahora cada uno puede tener su verdad, una verdad transitoria y personal. En este marco la idea de una verdad única carece de sentido. Y si las verdades abundan tampoco tiene entidad el conflicto por eso la posmodernidad promueve y celebra la idea de consenso. Incluso la misma idea de conflicto se transforma en un valor negativo, el conflicto debe evitarse a toda costa para dar paso al consenso que es una forma superficial y suave de un acuerdo sin acuerdo. El consenso reemplaza el conflicto y la adversidad política, la vida política se vacía de su sentido y vitalidad. Se hace hincapié en el diálogo, la inclusión y el consenso, en lugar de reafirmarse el poder, el conflicto y la oposición considerando despreciable la lucha de clases. Todas las opiniones se incluyen pero al mismo tiempo se esterilizan porque ese conjunto de opiniones no son capaces de transformar el mundo, el orden neoliberal pone el énfasis en un consenso alcanzado con trabajo en equipo. Ante esto toma relevancia el concepto de tolerancia. Un concepto controversial a medio camino entre la celebración de la diferencia y la total indiferencia por lo que haga el otro. ¿Acaso tolerar todo lo distinto que hay en el otro no revela una absoluta falta de interés por esa condición del otro cómo distinto a mí? ¿Es la "tolerancia" (al estilo neoliberal) un valor positivo?

Una manera de enfrentar esto es generando una política no con el objetivo de reconciliarnos sino con el objetivo de aprender a vivir con la imposibilidad de la reconciliación. Esa parece ser la alternativa a la narrativa neoliberal del consenso. La progresiva disolución del conflicto en un territorio de consensos ha inhabilitado a la política como espacio de transformación y es necesario recuperarlo y eso es una tarea política. Y cuando el objetivo del neoliberalismo no es desplazar al poder popular sino eliminarlo del imaginario político democrático es misión del campo popular también reconstruir la esfera política y al Homo Politicus.


La inseguridad y el riesgo

Si vivimos en un espacio creciente de libertad, la sólida seguridad moderna ve reducida su dimensión en la Posmodernidad. Vivimos tiempos inciertos, donde todo puede pasar, todo puede cambiar y todo puede ser modificado. Se trata de una sociedad de riesgo que se expresa en una cultura insegura por muchos motivos: es insegura existencialmente, insegura emocionalmente, insegura laboralmente.

En el Posmodernismo hay indefinición y falta de horizontes ya que la identidad se vuelve múltiple y confusa: un conjunto de ideas y roles sin horizontes definidos. Nuestras identidades son imprecisas, aceleradas, accidentales, confusas, volátiles. En la Modernidad hay sentido teleológico; en la Posmodernidad no. En la Posmodernidad es imposible definirse ya que cada persona es un mundo, cada decisión y cada idea forman parte de una pequeña cosmovisión; en cambio el individuo moderno comprende su vida a partir de una narrativa superior que le da sentido y objetivo a su existencia.

El neoliberalismo transforma el concepto original de capital humano e introduce el concepto del valor del riesgo, la valorazicación de vivir el momento y la destrucción del concepto positivo de seguridad y en este marco todos podemos ser exitosos. El Homo Economicus se desarrolla en contexto de riesgo y cambios drásticos. La inseguridad y el riesgo son vendidos como valor, como algo que promueve el desarrollo persona.

En lugar de políticas de sostenimiento y cobertura de bienestar a los subempleados y a los desventajados sociales se promueven políticas laborales que abonen la idea de flexibilidad y un contexto de competencia. Hemos renunciado a la seguridad laboral a cambio de la autonomía. La tendencia es convertir toda forma de trabajo en trabajo precario, el capital no recluta personas sino paquetes de tiempos ocasionales e intercambiables.


Yo puedo y vos podés: sí se puede

Aquel concepto del deber propio de la Modernidad deja su lugar a la idea de poder del individuo posmoderno. Pasamos del no puedo porque debo (moderno) al puedo porque puedo (posmoderno), así el comando se traslada de afuera a adentro mío y me convierto en mi propio amo. Un amo que al mismo tiempo es su propio esclavo. Me exijo porque puedo y soy el más exigente para conmigo mismo, de esa manera formamos parte de una sociedad que no acepta un no como respuesta. Todos podemos ser felices y nos exigimos por serlo, la Posmodernidad nos condena a la eterna exigencia de la felicidad. Así se promueve la idea de que un espíritu positivo es esencial para el éxito laboral y que las emociones positivas son esenciales para el estímulo productivo. Nuestra sociedad es la sociedad del sí: "Sí, se puede" y si no tenemos éxito es porque no hemos hecho lo suficiente para lograrlo. Y en esa respuesta permanentemente afirmativa me obligo a un rendimiento extremo en todos los aspectos: laborales, emocionales, deportivos, etc. Por ende voy cayendo en un cansancio agotador que me somete. El capitalismo enferma al trabajador y luego el mercado farmacéutico se ocupa de buscar la solución dejando de lado las razones políticas y sociales del estrés y la infelicidad. Además de la solución medicinal está la solución terapéutica, se trata del canal de la autoayuda y la búsqueda de la felicidad a través de simplemente construirla mediante el deseo y la voluntad. Toman relevancia, por ejemplo, autores como Paulo Coelho.

La creatividad debe vincularse con la alegría, porque el sujeto creativo neoliberal debe gestionar positivamente sus emociones, hay que inyectar pasión por lo que se hace para que el trabajador se comprometa con su organización y por ejemplo vea positivamente trabajar más horas o incluso nunca dejar de trabajar. La creatividad neoliberal sirve para solucionar problemas y reducir conflictos. Así la imaginación, la creatividad y la emoción comienzan a ocupar los discursos económicos y los libros de gestión empresarial.

El neoliberalismo se basa en la construcción de relatos afectivos despolitizados con el objetivo de colonizar el esquema emocional reorientándolo hacia otro contexto, hacia el contexto del rendimiento. Por eso, el concepto de inteligencia emocional es uno de los factores centrales del pensamiento neoliberal. En la inteligencia emocional se incluyen el autocontrol, entusiasmo y la motivación que son capacidades y habilidades que influyen en la capacidad de los individuos para hacer frente a las demandas. El objetivo de este concepto es aportar a la generación de trabajadores adaptados, flexibles y capaces de soportar todo tipo de problemas con una sonrisa. Otra de las contradicciones del capitalismo: querer explotar al trabajador y convencerlo de que ese no es su objetivo.

Las crisis aparecen ahora como una oportunidad para comenzar de nuevo, para transformarse y por lo tanto no hay lugar para la queja, no hay lugar para el reclamo, no hay lugar para lo protesta. La energía del desempleado debe transformarse en la energía del emprendedor. En este contexto se reelabora la idea de austeridad apareciendo esta ahora como un sacrificio compartido que los gobernantes y los empresarios reclaman rutinariamente. El sacrificio puede representar la pérdida del trabajo, recortes, pérdida de prestaciones, baja de jubilaciones y otros. Esto es facilitado por el reemplazo de la política por la gestión: la sustitución de la conciencia de clase por el trabajo en equipo. La idea es que los ciudadanos deben compartir el sacrificio al aceptar ajustes. ¿Quién sería el objetivo del sacrificio? Se llama a toda la comunidad al sacrificio para salvar a una parte dentro de ella, por ejemplo, la comunidad se sacrifica para salvar a los bancos.


Una pequeña conclusión

Si bien, algunos intelectuales sostienen que la Posmodernidad ha llegado a su fin teniendo en cuenta todo lo que ha ocurrido desde el atentado a las Torres Gemelas hasta el día de hoy (que tal vez sea un tema a tratar en otro artículo) considero que comprender algunas dimensiones fundamentales de este fenómeno y su profunda relación con el neoliberalismo, ayudará a entender el porqué de muchos de los conceptos, acciones y actitudes del presente. Espero haber resuelto con éxito algunas de las inquietudes del lector y que se haya podido comprender la importancia del fenómeno de la Posmodernidad y su estrecha relación con el neoliberalismo como su sustento filosófico e ideológico.

0 comentarios

Comments


bottom of page