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Educar para forjar consciencia revolucionaria

Por Pedro Maldonado |


Hace muy poco leía el discurso que Fidel Castro dio en la Facultad de Derecho en el año 2003 que se titulaba "Nada es imposible". Hoy también vi un video donde dos jovenes del barrio Villa 31 se peleaban frente a las risas de los policias. Nada es imposible.

 

Fidel en su discurso decía que la alimentación era importantísima porque si un niño no tenía los suficientes nutrientes, su capacidad para desarrollar la inteligencia se vería disminuida, y tenía razón. Decía también que la salud preventiva creaba una población fuerte, libre, sana y con la gran ventaja de que la inteligencia y capacidad crítica de los habitantes no se viera disminuida. Fidel quería un pueblo libre en las ideas, libre con el conocimiento como lo deseaba también Martí; un pueblo que tuviera las herramientas para luchar contra la opresión, el imperialismo, el oportunismo y todo aquel enemigo del pueblo revolucionario. Porque era eso lo que quería Fidel: crear revolucionarios.

Pero a su vez, él sabía que algo aún más indispensable que crear revolucionarios era la educación. La educación que erradicara el analfabetismo que dejaba a los hombres y a las mujeres en la oscuridad, en la depresión, en el mundo del delito, en el mundo de las prisiones; la educación para darse cuenta de que el mundo estaba mal, que debía ser cambiado; la educación para afrontar la vida de otra manera y decirle "no" a los atropellos, a las injerencias, a la muerte, a las bombas.

Eduación para crear una cosa: revolucionarios.

 

Es entonces donde volvemos al 2019. Un pueblo con hambre, enfermo y sin educación. 32 millones de personas en América Latina son analfabetas y en Argentina el 1,9% lo es (con grandes posibilidades de crecer). La escacez de alimentos parece un chiste macabro al haber casi dos cabezas de ganado por habitante y aun así 8000 niños mueren de hambre por año donde el 60% son evitables. La medicina se recorta y hoy no tenemos Ministerio de Salud; cierran hospitales y el presupuesto es bajísimo. Todo esto hace un combo perfecto para crear un pueblo esclavo, un pueblo que no puede pensar, un pueblo que no puede cultivar una capacidad crítica a pesar de los esfuerzos titánicos que se plantean muchos compañeros del campo popular en crear merenderos y escuelitas para los pobres en los barrios más carenciados o en las provincias que directamente están abandonadas por el Estado. Crean entonces jóvenes que sin una familia armónica y fuerte caen en el vandalismo, en las drogas, en la vida fácil y se comen los discursos fascistas y neoliberales de la meritocracia o del vándalo multimillonario. Jóvenes que no pueden ni tienen el tiempo de pararse a pensar, de desarrollarse, de criticar la realidad donde viven, y sí lo tienen para pelearse entre ellos por algún conflicto personal o de drogas o vaya a saber uno, frente a perros del Estado que les pegan palos por ser pobres.


Joven que eres como yo, que sufre los mismos problemas, que tienes el hambre en la piel, las enfermedades en las venas. Joven, necesitas ser revolucionario, necesitas ser solidario, saber que los hombres y las mujeres son tus hermanos, que las drogas te estropean la mente; esa mente capaz de transformar tu vida y miles de vidas, esa mente capaz de levantar un país, de levantar tu cabeza y ser por una vez en la historia una persona digna. Estamos más faltos de dignidad que cualquier otra cosa, estamos faltos de educación y de solidaridad, estamos faltos de lo primordial: de ser revolucionarios.

Debemos entonces luchar por que la educación, la salud, la vivienda y los alimentos sean un derecho humano, debemos entonces luchar por la dignidad de nuestra patria y de nuestro pueblo, de nuestros jóvenes y de nuestros ancianos. Debemos crear miles de escuelas, universidades, hospitales, centros de salud, de recreacion, llevar la luz eléctrica a todo el país, acabar con los monopolios del campo, garantizar la vivienda y la comida. Pero todo esto será imposible si no creamos primero una consciencia solidaria, de lucha, de liberación. Una consciencia revolucionaria.

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