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El país que se viene y el rol de la izquierda

Actualizado: 29 ago 2019

De concretarse la victoria de Alberto Fernández el 27 de octubre y de no haber ballotage, el gobierno de Mauricio Macri llegaría a su fin y con él un modelo neoliberal de país.

¿Tan así?

Vayamos por partes y tratemos de analizar el panorama completo. Macri representa la patria empresarial, la patria de los pocos amigos enriquecidos, de la deuda millonaria a pagar en 100 años y de las tarifas altas. Representa la patria del gatillo fácil, del pobres contra pobres, de la despolitización selectiva, de la desidia y del abandono estatal. Eso es una realidad que a cualquier persona con dos dedos de frente le urgiría cambiar.

Alberto Fernández vino a cambiar eso. En sus múltiples y repetidas apariciones mediáticas, Fernández dijo que va a priorizar “reactivar la economía” por sobre cualquier otra cosa; sin embargo, añadió que pretende despenalizar el aborto, revivir el Ministerio de Ciencia y Tecnología y el Ministerio de Salud, financiar medicamentos para los jubilados, refinanciar el CONICET y la Educación Pública, pagar la deuda externa, fomentar la entrada de capitales, no volver a implementar el cepo cambiario y, algo bastante superfluo, “cerrar la grieta”.

Muchas de estas medidas a cualquier persona decente le parecen una inyección de empatía social en un contexto donde la clase dirigente se ha empeñado en jugar a favor de un solo y reducido sector. Sin embargo, lo que nos interesa saber es cómo va a poder hacer todo esto el posible futuro presidente.

Llegar a la presidencia en Argentina es de por sí un camino de alianzas, negociaciones y favores por cumplir. Alberto Fernández cuenta con el apoyo de gran parte del pequeño, mediano y sobretodo gran empresariado argentino; cuenta con el apoyo de muchos de los gobernadores peronistas; cuenta con el apoyo del FMI, que ve en él un político mucho más sensato (a nivel financiero) que cualquier funcionario macrista; cuenta con el apoyo de un sector importante de los medios de comunicación; cuenta con el apoyo del casi %50 de la población argentina.

El hecho de que Alberto Fernández vaya a poder invertir tanto dinero en hacer esas cosas que a cualquier progresista le llena de esperanzas el corazón (volver a tener Ministerio de CyT, Ministerio de Salud, financiamiento a la Educación Pública, aborto legal, medicamentos para jubilados, etc.) es porque del otro lado asoman todos esos sectores que le van a permitir esas medidas a cambio de cosas de igual peso. Si Alberto Fernández quiere darle al pueblo medidas de izquierda, es porque del otro lado va a tener que ceder por derecha. Y es que él mismo no es un político de izquierda, y ni siquiera de centroizquierda.

A Alberto Fernández no le va a ser fácil gobernar pero tampoco le va a ser imposible considerando el plan de gobierno que él mismo se está trazando. Transar con la derecha peronista (una derecha con la que él mismo se ha sabido vincular muy bien), con el empresariado (en la conferencia que dio en el Semianario Democracia & Desarrollo organizado por Clarín dijo claramente: “a veces la economía se resuelve aplicando medidas keynesianas y a veces se resuelve aplicando medidas liberales: en ese sentido soy pragmático, no dogmático") y con el FMI son planes que no va a concretar de mala gana. Por el contrario, Fernández ve con muy buenos ojos la gestión privada de la economía siempre y cuando se someta a un rutinario control estatal de las finanzas nacionales (y a veces ni eso).

En este contexto, queda más que descartada la etiqueta de “centroizquierdista” que algunos sectores del progresismo le quieren atribuir a Fernández. Sí, cuenta con el apoyo de muchos sectores de centroizquierda y de la izquierda socialista (la Cámpora, Nuevo Encuentro, Patria Grande y todas las agrupaciones filo-kirchneristas de marcado corte antiimperialista y antifascista más el PC, el PCCE y el PCR, entre otros). Sin embargo, así como cuenta con el apoyo de la centroizquierda, también cuenta con el apoyo de la centroderecha (y de la derecha), sin la cual no pudo haber conseguido el caudal electoral que efectivamente tuvo. El massismo fue el último en sumarse a sus filas, pero Felipe Solá (¡Solá, que festejó el triunfo de Macri en 2015!) ya venía hablando con CFK desde principios de año para incorporarse a la coalición, sumado a gobernadores como Manzur y Perotti entre otros.

Tanta diversidad ideológica es una bomba de tiempo si no se la sabe administrar correctamente.


El contexto internacional


A nivel región, Fernández se enfrentó a Bolsonaro y a Trump, y eso es decir bastante. Esto es lo que más tiende a tirar su imagen hacia la izquierda a nivel continental, pero para nada implica que él efectivamente lo sea. Para Bolsonaro, el kirchnerismo es sinónimo de comunismo, y cualquier cosa cercana a Cristina Fernández de Kirchner es “basura izquierdista” que atenta contra la unidad del MERCOSUR y representa un peligro para la política latinoamericana. Fernández contestó bastante mal a estas declaraciones pero al poco tiempo admitió su error.

Lo que más hace confundir a las mentes despistadas es su reiterado apoyo y (podemos llamarlo así) cariño por el ex presidente brasileño Lula da Silva, a quien incluso fue a visitar a la cárcel.

Con Trump tampoco esconde su descontento: en una entrevista con Luis Majul, el candidato expresó que no le parece que el presidente yanqui sea un buen líder para el mundo. En este sentido Fernández se mantuvo %100 peronista clásico: rechazó quedar pegado al gobierno estadounidense (Trump por su parte también eligió remarcar su preferencia por Macri) tal como lo hizo Perón en los 40, y tal como lo hizo CFK en la pasada década (si bien las relaciones con Obama fueron mucho más cordiales, nunca se llegó al nivel de sumisión al que llegó Macri con Trump).

Sus declaraciones sobre Venezuela son quizá las que más le confirieron el odio de la derecha más reaccionaria: negó que Maduro sea un dictador, mas sí “admitió” que su gobierno era bastante autoritario. Tanto derechistas como gran parte de la izquierda latinoamericana salieron a repudiar estos dichos, ya sea por A o por B.

Se puede ver entonces que, si bien se la jugó claramente por un sector dentro del ámbito progresista a nivel continental (y esto es quizá lo que más contribuye a la idea de que Alberto F. sea efectivamente "un líder de izquierda"), no deja de ser un jugador político a la altura de la situación. Mantiene cierta lejanía sobre algunos aspectos que parecerían ser cruciales. Es un hombre que aún no ha ganado nada: necesita los votos de la izquierda argentina, y necesita también mostrarse moderado y crítico con Venezuela para ganarse los votos de la centroderecha. No se sometió al gobierno estadounidense por estas mismas razones: los que quieren ser aliados de Estados Unidos y mantener relaciones carnales con el gigante del norte son los votantes de Macri y eso está más que claro. Una sumisión a Trump sería, lógicamente, un suicidio político.


El futuro de la izquierda


Se nota a simple vista que Fernández es un político de centro, que prefiere resolver los problemas de manera consensuada y no confrontativa. Él entiende la política argentina actual y (quizá) quiere pasar a la historia como el presidente que trajo estabilidad a un país devastado.

La realidad inobjetable es que desde antes del ascenso de Macri al poder se viene viendo en el país un corrimiento del espectro ideológico hacia la derecha. La sociedad argentina nunca fue amiga del pensamiento de izquierda, y mucho menos de palabras como “socialismo” o “comunismo”. Sin embargo, se nota con fuerza cómo la sociedad está, si no derechizada, por lo menos aplacada. Aplacada porque no puede (y la hacen no querer) encontrar una salida radical a esta crisis. Aplacada porque prefiere enfrentar a la derecha con una alternativa de centro, en lugar de romper por izquierda ante la situación actual. A ver: ¿dónde están las juventudes latinoamericanistas, tan amigas del pensamiento del Che y de Fidel, tan seguidoras durante tanto tiempo del ideal de la Patria Grande y la ruptura con los capitales internacionales? Están votando a Alberto Fernández. No están luchando por la ruptura total con el FMI: las juventudes progresistas argentinas, las que se formaron políticamente con CFK, quieren pagar la deuda externa y quieren que se reactive la economía capitalista. Quieren que se vaya el gobierno neoliberal malo y que vengan los bellos días peronistas donde hay movilidad social ascendente para todes (el cómo te lo debo). A eso nos referimos con una sociedad aplacada: una sociedad que tuvo que haber entendido hace mucho que la salida a las crisis del capitalismo se da por izquierda y de manera radical, alzando la voz y haciendo valer los derechos de los que se mueren de hambre todos los días. En 2012, 2013 o 2014 se veía a una masa juvenil que levantaba las banderas del Che, que citaba frases de Mariátegui, que compartía los discursos de Hugo Chávez y abogaba por la patria latinoamericana y socialista. Por qué esas juventudes están votando a Alberto Fernández es un tema que hay que analizar a fondo.

Fernández es una alternativa de centro que le da, para nuestro gusto, demasiado poder a la derecha empresarial. Ya sea por pragmatismo o por verdadera convicción, Fernández le confía demasiado del futuro argentino a las empresas y al sector privado. Prefiere armar un gran pacto social en que el ciclo económico se reactive (¿a costas del trabajo obrero, quizá?) y que el trabajador de a pie recupere las oportunidades que tenía en 2015-2016 (que ya eran pocas) en función de la “estabilidad económica”.

No vamos a caer en la troskeada de decir que Fernández y Macri son lo mismo, pero sí diremos esto: Fernández y Macri representan dos caras muy distintas del mismo sistema económico.

Es imperante preguntarse “¿qué hacemos?” desde ahora. No podemos esperar a diciembre, a julio de 2020 o a octubre de 2021 (elecciones legislativas) para sentar posición sobre el futuro gobierno. Sabemos lo que representa Alberto Fernández tan claramente como sabemos que necesitamos ganarle a Macri en Octubre. A Alberto Fernández hay que votarlo, eso no está en discusión. Los motivos que llevaron al comunismo argentino a conformar una coalición con el peronismo de centroizquiera y centroderecha exceden al análsis de este editorial; lo que sí está claro es qué hacer una vez dicha coalición asuma el poder y decida encarar la crisis con moderación y pactos con la burguesía. Por todo lo dicho arriba, sabemos que la salida no va a ser por izquierda. No se va a efectuar una reforma agraria sacándole los grandes latifundios de las manos a la SRA, no se van a expropiar los bienes de los grandes empresarios para compensar la fuga de capitales, no se va a romper con el FMI declarando ilegítima la deuda. Con todo esto en mente, ¿qué hacemos?

Forjamos poder popular. Luchamos en las calles, en las escuelas, en las universidades, en los sindicatos, en las agrupaciones barriales y en las redes sociales también. Concientizamos.

La salida centroburguesa no nos alcanza. No nos alcanza con pactar con el empresariado para tener 4 años de gobernabilidad mientras nos fumamos diputados anti-aborto en el Congreso. No queremos “cerrar la grieta”, porque de un lado de la grieta están los que quieren matar a todos los paraguayos y del otro estamos los que queremos derechos humanos para todos. No queremos sonreírle a Juan Manzur, que obligó a parir a una nena de 11 años, sólo porque nos dio los votos necesarios para sacar a Macri. No nos alcanza esta hipocresía superflua, bajo cuyo velo se esconden los peores personajes de la derecha reaccionaria argentina.

Como comunistas necesitamos generar conciencia constantemente. Necesitamos demostrar que el capitalismo, aún en su cara más conciliadora y humana, genera desigualdades y es un cáncer que debe ser extirpado de nuestra sociedad. Transar con los mercados internacionales (10, 100, 1000 bonistas de la JP Morgan y los grandes acreedores del primer mundo), que van a buitrear la economía a la primera de cambio, es un objetivo que no está en nuestros planes.

Desde nuestro lado estamos preparades para lo peor. Quien siga pensando que los problemas del país se van a terminar el 11 de diciembre, que vuelva a jardín de infantes porque claramente no ha aprendido nada. Entre el peronismo rancio de derecha, la SRA, el macrismo y los capitales internacionales han hundido al país, y Alberto Fernández fue el gran conciliador que le dio a todos los actores anteriores la respuesta para salir de la crisis sin poner en jaque al sistema capitalista. Ese es el candidato que va a ganar en octubre, y es un candidato al que hay que seguir de cerca. Hay que pensar muy bien qué vamos a defender y qué vamos a criticar una vez que "seamos oficialistas". Hay que pensar muy bien cuáles son los intereses que realmente importan y cuáles son las mezquindades que nos quieren hacer creer que son beneficiosas para el país.

Y sobre todo, hay que seguir militando. Por una patria socialista. Por una patria ecológicamente sustentable. Por la revolución feminista. Por una sociedad anticapitalista. Por un mundo mejor.

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