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La derecha, las derechas

Actualizado: 26 ago 2019

Voy a tratar de, en este pequeño posteo, hacer un repaso por las distintas caras que tiene la derecha no-peronista-no-radical en Argentina (dejemos al peronismo y a la UCR para otra ocasión).

Como bien podemos asumir, la derecha no se expresa en todos sus personajes y en todos sus partidos de la misma manera. El PRO no es lo mismo que el Partido Libertario, y entre estos dos y la derecha católica-nacionalista existen diferencias que vale la pena rever.

Para empezar, el PRO se identifica como centro-derecha liberal-estatista. ¿Qué quiere decir esto? Básicamente, que el PRO siempre estuvo dispuesto a utilizar el aparato estatal para beneficiar a las empresas que pertenecen a sus dirigentes. En lo económico no son exactamente liberales, porque nunca, desde que son gobierno, intentaron una apertura total del comercio. Promulgan la idea de meritocracia y "la libre competencia como motor del desarrollo humano", pero saben perfectamente que el libremercado los destruiría completamente: sus empresas no son partido para las grandes multinacionales extranjeras. En lo social, representan un reaccionarismo católico algo suavizado. No se animan a declararse fascistas públicamente porque saben que para acceder a los grandes puestos políticos necesitan mantener una postura conciliadora, no encasillarse en una ideología dura de choque directo, sino más bien de "liviandad política". No aclaran abiertamente su desprecio por el morochaje argentino (personas de tez morocha, lisa y llanamente), pero reivindican los valores tradicionales de la familia "de bien" y costumbres católico-burguesas (Esteban Bullrich es el principal promotor de estos valores). Aún así, permiten dentro de su espacio mujeres que militan activamente a favor del aborto legal seguro y gratuito (como Silvia Lospennato y Gladys González), lo que nos devuelve a la idea de que son un partido dispuesto a concederle ciertas victorias a los movimientos sociales con tal de mantener sus puestos de poder. No intentan amoldar la realidad a sus conceptos tradicionalistas y reaccionarios, sino simplemente usar el sistema vigente para seguir enriqueciendo sus arcas. En ese sentido, son un partido publicista: no les importan las ideologías tradicionales, duras, encasilladas en conceptos homogéneos; el PRO se amolda a las realidades cambiantes con el fin de mantenerse en el poder y a través del mismo poder enriquecer las empresas de sus líderes. No reniegan del Estado, lo usan a su favor. No reniegan a rajatabla del aborto, se aprovechan de la lucha.

Lejos del PRO (aunque no tanto) están los nuevos liberales-libertarios, y dentro de estos también hay varios matices que hay que discernir. Por un lado está la cara electoralista del nuevo Partido Libertario, José Luis Espert, un tipo que hoy se muestra moderado en sus tratos y pragmático en su discurso, pero que en el pasado ha sabido decir cada barbaridad que ni te cuento (twitts abiertamente misóginos y machistas). Espert es un economista que cree que uno de los principales problemas de Argentina es que le sobran 1.500.000 empleados públicos. Si fuera por él, los echaría a todos a la mierda. Además de esto, en lo económico es liberal a la vieja usanza: desregular la economía y eliminar todo tipo de intervención estatal. Achicar el Estado lo más posible.

En lo social, Espert es menos radical que otros de sus adeptos: se muestra "a favor del aborto despenalizado", pero no del aborto legal amparado con los recursos del Estado. Por otro lado, se muestra a favor de la libre elección sexual de cada individuo, y no tarda en admitir que es una "opinión personal, no del Partido (Libertario) ni del Frente (Despertar)".

Espert es un liberal con el que hay que tener cuidado, porque sabe ganarse a las masas descontentas pero moderadas (esas personas que ya asumieron que en el mundo hay homosexuales y que está bien que se puedan casar, pero que desconfían tanto de los partido tradicionales que están dispuestas a darle una chance a este tipo de doctrinas económicas). Es un libertario que se asesora bien, y eso puede ser malo.

Sin embargo, en la otra cara del liberalismo están los peligrosos de verdad. Hablo de Laje, Milei, Márquez y Bracesco, por ejemplo. Estos cuatro personajes comparten algo fundamental: fomentan el odio no sólo al Estado sino a todo lo que tenga que ver con movimientos sociales en general. Intentan inculcarle a la sociedad la idea de que el mundo está controlado por el marxismo cultural, la ideología de género y la agenda gay; niegan lxs 30.000 desaparecidxs de la Dictadura; están en contra del aborto y del movimiento feminista; y en el caso de Bracesco y Laje, no dudan en declararse abiertamente homofóbicos, ultracatólicos y tradicionalistas. Hoy en día Milei (y su séquito personal encabezado por el economista Diego Giácomi) y Espert se han distanciado porque el primero no tolera las posturas más moderadas del segundo. Espert sabe que para ganar una elección tiene que hacer concesiones y alianzas con sectores de más tradición política, y para Milei todos los que estén insertos en política son abiertamente zurdos, algo que no puede tolerar. Hace algún tiempo que Milei se viene acercando más a la derecha fascista (Nicolás Márquez y Agustín Laje, dos negacionistas de la Dictadura) y hasta se pronunció en contra del aborto legal en caso de violación.

¿Por qué digo que estos son los peligrosos de verdad? Porque estos son los que te cagan a palos por socialista. Estos son los que te van a buscar a la puerta de tu casa si se enteran que sos feminista. Estos son los que linchan a un pibe de 13 años por robar un paquete de galletitas porque "el pobre es pobre porque quiere". Estos son los agresivos, los que tienen las ideas firmes y bien arraigadas: "hay un sector de la sociedad a los que hay que eliminar (marxistas, feministas, gays, lesbianas, trans) para restaurar el orden tradicional". Estos son los que no respetan nada: desde 2012, la libre identidad de género es ley, y Agustín Laje sigue diciendo que las trans son hombres enfermos disfrazados de mujer. Estos son la intolerancia verdadera. Y la intolerancia no se la puede tolerar.

Por último están los ultranacionalistas. Estos ya no son los "fachistoides". Estos son nazis confesos. Partidos como Bandera Vecinal, Nueva Soberanía y Proyecto Segunda República son nazis de la vieja escuela. El sorete de Biondini, líder de Bandera Vecinal, se ha sacado fotos levantando el brazo como saludando a Hitler, y el discurso ultraconservador, xenófobo, anticomunista, antifeminista, ultracatólico y tradicionalista que fomentan estos partidos nos hace pensar que el término ultraderecha les queda cortísimo. Estos son igual de peligrosos que los libertarios-fascistas como Laje y Márquez: estos realmente salen a la calle dispuestos a cagar a tiros a todo aquel que esté menos a la derecha que ellos, y ni hablar de "los zurdos de mierda".



Con las derechas hay que tener cuidado. No hay que subestimar a nadie, ni al PRO, ni a los liberales-libertarios, ni a los nazis. Cualquiera de esos fascistas pueden acceder (algunos ya lo hicieron) a puestos de importancia: desde Concejos Municipales al Congreso Nacional. Un nazi en el Congreso o un fascista en un Concejo Municipal son cosas que no podemos permitir. La derecha, las derechas, son intolerancia. Son gente que odia a otra gente por el siemple hecho de haber elegido una orientación sexual diferente. Son gente que odia a otra gente por venir de otro país. Son gente que odia a otra gente por creer en una doctrina económica diferente a la suya. Son gente que odia a otra gente por pedir más derechos sociales. La derecha, las derechas, son odio. Y al odio se lo combate.

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