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Los ambientalistas aplaudidos y los ambientalistas asesinados

Foto del escritor: El MalónEl Malón

Por Ignacio Weiss |


En un mundo amenazado de muerte, muchas voces se alzan buscando generar consciencia. Muchas de estas voces, bienintencionadas, inocentes, son escuchadas y difundidas porque parecerían responder a los intereses de los que a fin de cuentas son responsables de la destrucción del medio ambiente. Otras voces, las que representan una amenaza real a las grandes corporaciones contaminantes, son acalladas. Mientras a unos se aplaude, a otros se asesina.



La amenaza de fondo


Hace unos días, Greta Thunberg, una joven activista sueca, sacudió a los medios y a internet dando un discurso donde hablaba con feracidad hacia los líderes de la ONU sobre su irresponsabilidad y complicidad con la destrucción del medio ambiente. Y razones no le faltaban: cuatro años después de haber sido firmado el Acuerdo de Paris, que prometía medidas para la reducción de emisión de gases, la emisión de gases alcanzo niveles récord.

El discurso de Greta evidentemente pateó un poco el tablero y sacudió la discusión sobre lo que ya no es un problema, sino una amenaza existencial para todos los seres vivos de nuestro planeta. En pocos días pudimos ver diferentes reacciones desde diferentes sectores ideológicos: Vimos a fascistas y a negacionistas del cambio climático acusándola de ser una comunista financiada por judíos, como vimos a sectores progresistas (compuestos también por gobernadores y empresarios cómplices del deterioro de la tierra) aplaudiéndola. Nosotros nos situamos junto a una minoría de gente que señaló algo importantísimo y profundamente necesario: el discurso de Greta, por más confrontativo que parezca desde lo oratorio, ignora la raíz originaria de tal deterioro ecológico: el capitalismo.

La amenaza de la contaminación tiene un origen claro en la forma de producción del sistema actual. El capitalismo no surge de la nada. Su origen está vinculado con el derramamiento de sangre llevado a cabo en las conquistas de los pueblos originarios de América. Desde su progresivo establecimiento a nivel global, las prioridades capitalistas son claras: es más importante la acumulación de capital que la sustentabilidad del ambiente y la materia prima que aporta. Los discursos que se proclaman ambientalistas y no critican el capitalismo proponen cambios individuales que se tienen que dar mediante un cambio de moral. Propuesta poco práctica; no podemos llevar a cabo acciones basadas en una moral que no refleja el mundo material en el que vivimos. La forma de producción del capitalismo es la de una voracidad insaciable que no se preocupa por la naturaleza; entonces, ¿se puede luchar por la ecología sin cuestionar a un modelo que sistemáticamente deteriora al ecosistema? Mismo que los discursos de quienes llevan a cabo dicho deterioro están cargados de hipocresía.


Las ganancias se privatizan, las culpas se socializan


¿Cómo podríamos exigir "uso reducido del agua" a sectores que no tienen siquiera agua potable? No podemos repetir los discursos que nos proponen empresarios y líderes del primer mundo sobre la cuestión ambiental. La mayoría de estos discursos responsabilizan a la población del mundo entero de la destrucción por goteo del ecosistema. El objetivo de estos discursos es claro: responsabilizar a todos, y responsabilizar a todos es responsabilizar a nadie en particular. Es dejar impune a aquellos realmente responsables de lo que está ocurriendo, es poner en la misma balanza a familias que viven hacinadas en las villas y a los lobistas de Monsanto y Barrick Gold, pretendiendo que pesen lo mismo. No se puede hablar de igualdad de responsabilidades en un mundo donde comer es un privilegio y no un derecho. En el informe Brundlandt de 1987 (un informe llevado a cabo por diferentes países que proponía a la ONU un modelo de desarrollo sustentable) se reconoce que si todos los pobladores de la tierra consumieran lo mismo que los países desarrollados, se necesitarían diez planetas para satisfacer esa demanda.

Los discursos de esta tibia ecología esconden ideas muy peligrosas para los pueblos latinoamericanos: más de una vez, han sugerido que uno de los causantes de la crisis es la sobrepoblación, y cuando lo hacen suelen apuntar a Latinoamérica. A la misma Latinoamérica donde miles viven apretados en mini departamentos en las ciudades, mientras unos pocos tienen estancias gigantescas donde juegan al polo. La misma Latinoamérica en la cual se produce una cantidad de comida que excede por mucho lo necesario para acabar el hambre que la hace miserable, excedente de comida que si no es vendido hacia afuera, es desechado. La misma Latinoamérica, en la cual empresas como Monsanto, que pudren la tierra y hasta dan cáncer a los habitantes, se apropian de extensas tierras que podrían alimentar a toda esa masa de gente que vive en ella. Su propuesta es "Combata la pobreza, ¡mate un mendigo!". Contrario a lo que ellos plantean, nuestra tierra puede proveer a todos los que vivimos en ella, lo que impide que llegue la comida a los pueblos no es la falta de comida, si no la injusta distribución de la propiedad de las tierras. Galeano escribía en las Venas Abiertas: "Porfiadamente, los niños latinoamericanos continúan naciendo, reivindicando su derecho natural a obtener un sitio bajo el sol en estas tierras espléndidas que podrían brindar a todos lo que a casi todos niegan".



Los ambientalistas asesinados


Muchos latinoamericanos, influenciados por visiones comunitarias de respeto a la naturaleza, murieron defendiendo la tierra. Chico Mendes era un recolector de caucho, que mediante su sindicato luchó por la defensa de los trabajadores seringueros y en contra de la deforestación y expansión de pastos en el amazonas; el 22 de diciembre de 1988, el terrateniente Darly Alves de Silva lo mató de un escopetazo. Alberta Cariño, directora de CACTUS, luchó por la soberanía alimentaria, el manejo del agua, conservación de suelos y el derecho a la autonomía de los pueblos indígenas en México, hasta que el 27 de abril de 2010 paramilitares asaltaron la caravana en la cual entregaba alimento a una comunidad indígena bloqueada por el gobierno y la asesinaron. Berta Caceres, fundadora del Concejo Civico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (COPINH) se manifestó contra el proyecto de la instalación de empresas hidroeléctricas profundamente destructivas para el medio ambiente; En la medianoche entre el 2 y el 3 de marzo de 2016, sicarios entraron a su casa y uno de ellos le disparó y la mató.

Sólo en 2018, 164 ambientalistas latinoamericanos fueron asesinados. Luchar por el medio ambiente es también recordarlos, levantar su nombre exigiendo justicia y alzar la voz con la consigna con la cual los brasileños hacen frente a la quema de la Amazonía: "No podemos cambiar de mundo, pero sí podemos cambiar de sistema"

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