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Una de las expresiones de nuestro pueblo: la izquierda

Por Fernando Durand |


Hace ya más de una década, la clase explotadora decidió cambiar la forma en que usaba la palabra “izquierda” y le dio la orden a los medios de comunicación masiva de que impusieran el uso de la frase “la izquierda” como la denominación dada al grupo de partidos trotskistas que posteriormente conformarían el FIT.

Eran tiempos de transformación del FPV en kirchnerismo y de recuperación de la capacidad productiva y nivel de empleo en nuestro país. Es decir, que la tarea de reconstrucción había avanzado y la clase trabajadora empezaba a reclamar mejores condiciones de trabajo y de vida en vez de solamente pan y trabajo. Había pasado un tiempo desde el 2001 y del enorme éxito de las explicaciones que culpaban a “los partidos políticos” de la grave situación social y económica del país.

Era hora de tratar de marcarle aun más el rumbo al kirchnerismo que estaba conformándose como tal, mostrándole que había algo a su izquierda y que no le abría los brazos ni lo invitaba a radicalizarse, sino que sólo lo condenaba y repudiaba por sus limitaciones. El objetivo era, por supuesto, darle letra y ayudar al ala derecha del frente peronista para evitar o suavizar cualquier tipo de izquierdización del gobierno o de los sectores cada vez más amplios que lo apoyaban.

Es decir, que la idea era dividir al movimiento popular, estigmatizando a sus sectores más cercanos a la idea de revolución social y activismo obrero. Desde adentro y desde afuera del frente, hubo quien trabajó para invisibilizar, desplazar y subordinar lo que había de izquierda dentro del frente para destacar a la izquierda de afuera, que no quería saber nada con un acercamiento o reconocer la más mínima coincidencia. Hubo, entonces, una disputa por la dirección del movimiento popular donde los sectores vinculados al ajuste y la represión que jugaban de aliados en el FPV pasaron a tildar de “trosko” a todas las expresiones que buscaban y proponían profundizar, avanzar e imprimirle un rumbo progresivo a la alianza de clases que sustentaba al gobierno. De esta manera, caricaturizaban al trotskismo destacando sólo sus defectos.

Esto contribuyó a bloquear y empobrecer el debate, con lo que las fuerzas políticas más retrógradas ganaron terreno tanto dentro como fuera del frente. Hoy por hoy, resulta paradójico que cada vez más fuerzas de izquierda (comunistas, trotskistas, “izquierda popular”, movimientos sociales, etc.) se han ido sumando al frente desde entonces sin que jamás esto fuera registrado por el debate político tal y como lo configuran el Grupo Clarín y sus aliados.

En estos días, pareciera que “izquierda” es una mala palabra para muchas personas, de distinto signo político y, como hace 171 años cuando Marx y Engels publicaban el Manifiesto Comunista, el comunismo vuelve a convertirse en una acusación que lanzan las fuerzas del empresariado contra sus adversarios políticos. Los funcionarios de Cambiemos no paran de acusar a Cristina Fernández, Axel Kicillof y La Cámpora de ser marxistas o de ser títeres de Cuba y Rusia (a la que identifican cínicamente con la Unión Soviética). Pero convendría investigar un poco más de qué se trata la “izquierda” en la Argentina, saliéndonos de lo que Clarín nos dice que es.

 

Cuando hablamos de izquierda, nos referimos a los mártires de la Patagonia Rebelde y a sus vengadores (socialistas y anarquistas). Nos referimos a los grandes organizadores de la clase obrera durante la primera mitad del siglo XX (los anarquistas y los comunistas). Hablamos de los miles de brigadistas que fueron a pelear contra el fascismo en la Guerra Civil Española (anarquistas, comunistas, socialistas y muchos más). Nos referimos a los obreros de la Resistencia, de múltiples identidades aunque aplastante mayoría peronista. Nos referimos a las múltiples organizaciones político-militares que combatieron a las dictaduras en los años 60 y 70. Hablamos de las masas del Cordobazo y los demás azos entre los que había de todo, incluyendo a todos los anteriores y a nuevas organizaciones marxistas y trotskistas. Y, por supuesto, nos referimos especialmente a una que descolló como organización de masas como fue Montoneros, y que llamó a luchar por la Patria Socialista desde el peronismo.

Sus enemigos, los creadores de la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina), cantaban “ni yanquis ni marxistas” y asesinaban a todos los militantes del campo popular sin importar cómo se llamara su partido, encarnizándose especialmente con Montoneros por su capacidad de disputar realmente la dirección del movimiento peronista.

Esto no es más que una resumidísima historización que se enfoca en algunas contribuciones y pasa por alto muchas otras, así como las limitaciones y los errores. La idea es poder poner blanco sobre negro la existencia de un campo popular en lucha contra las clases dominantes en todo momento. Y destacar que se trata de fuerzas sociales de reiterado sacrificio y ferozmente agredidas por los enemigos del pueblo. Estamos hablando de una cultura y una tradición de resistencia y de lucha, de nombres como Simón Radowitzky, Agustín Tosco, Rodolfo Walsh, Osvaldo Pugliese, de los mártires de Trelew y, por supuesto, de los 30 mil compañeros detenidos-desaparecidos.

Durante gran parte de nuestra historia, el “peligro rojo” preocupó a las clases dominantes, que sacó leyes especiales de persecución a la izquierda (como también lo hizo contra el peronismo) y llevó adelante masacres particularmente dirigidas contra sus diferentes expresiones.

Podríamos seguir largamente esta exposición, pero baste concluir que la lucha de nuestros pueblos está fuertemente unida a la palabra izquierda, tanto antes como después de la Revolución Cubana, que tanto sacudió a nuestro país.

Vale decir: no dejemos que el sectarismo divida al campo popular y nos debilite contra quienes nos dicen que tiene que ser “más fácil despedir y contratar gente” en medio del ajuste brutal que tiene a nuestro pueblo en el hambre y la miseria.

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