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¿Cuánto terreno vamos a regalar?



*Por Manuel Parola


La pandemia es la fuerza centrífuga que en tanto temas de conversación mediática todo lo abarca. Si se tratara de la agenda de la política, otro sería el tono y la discusión se terminaría rápido, ya que se cae de maduro que hoy la preocupación mayor del gobierno nacional y provincial es combatir de la mejor manera posible la pandemia, los efectos de la cuarentena y así salvar la mayor cantidad de vidas posible. Y dicho así, partiendo del sentido común, al ser el más inagotable y ciego de nuestros sentidos, el primer pensamiento que le nace al hijo de vecino es “¡Y sí! ¿Qué pavada estás diciendo? ¿De qué se van a preocupar sino?

Lo que el hijo de vecino da por sentado es que el Estado para algo está y ese algo es para cuidar al país de éste tipo de desastres. Pero la diferencia que subyace está en cuál es la materia plausible de ser salvada: por caso podemos mirar a Nueva York, al estado de Nevada o de California, en donde los muertos se cuentan en todo el país norteamericano por decenas de miles y las cifras de desocupados son record en la historia de Estados Unidos. Y hablar de Brasil es describir una pesadilla bélica digna de una película de Mel Gibson. También uno podría salirse de los clichés y hablar de cómo Lenín Moreno aprovechó el desastre de muertos para quitar completamente los subsidios al combustible, medida que elevó al caño el costo de vida de los ecuatorianos y que ya había sido tomada en septiembre pasado y que desencadenó una movilización social sin precedentes.



Los tres gobiernos que encuentran, en la situación de la pandemia, que el objeto a custodiar y proteger es el movimiento de la economía. Y allí están: paladines de la libertad de circulación de consumidores y tristes anunciantes de un bíblico genocidio de masas como único resultado de caer en el dilema cuanto menos absurdo e irresponsable de si la salud o la economía.

Agradecer por que el gobierno de Alberto Fernández tomó una postura inflexible, en las antípodas a las nombradas, sería pecar de inocentes porque es esa la obligación, a los ojos de éste cronista, de cualquier gobierno cualesquiera sean sus blasones. Pero lo que sí es destacable y digno de festejo es la postura firme y dura del gobierno en la defensa de la salud y los derechos soberanos de los habitantes, al punto de haber amesetado la curva de contagios por COVID-19.

Hasta acá, las razones del monotema de conversación disparadora dentro del ámbito de la política son indiscutibles y evidentes. En los medios es otro cantar. Insisto, la cosa urgente conquista terreno en las agendas mediáticas y está muy bien que así sea, pero ¿eso es excusa para invalidar otros tantos temas que –a vuelo de pájaro– son cuanto menos de alto impacto o de actualidad? Pedir abordajes o discusiones serias sería exigir peras a los olmos pero ¿tan burdos?

La noche del martes en el quirófano de Animales Sueltos, hoy con la cara lavada por el colega Luis Novaresio, el diputado nacional Facundo Suárez Lastra, radical, armó un griterío de indignación diciendo que quería sesionar y no podía porque, y atentos a esto, había leído en el diario que el congreso había sido clausurado por decreto por el presidente de la cámara. Ipso facto, el diputado admite no haberse ni acercado al palacio.

Entonces tenemos aquí al paroxismo de la construcción de sentido mediática, que coloca a un legislador, que es responsable por sus actos pero sobre todo de sus palabras y votos por su condición de diputado, despotricando contra el presidente de la cámara baja, el diputado Sergio Massa, autoridad, y fogoneando la consigna de la temporada de otoño que Juntos por el Cambio está militando, que es la vieja y ponderada “Cristina amenaza a la Corte Suprema y el gobierno kirchnerista no nos deja sesionar” “El gobierno K es autoritario y obstruye la democracia”.

El proyecto en cuestión que tiene tan ansiosos a los republicanos cambiemitas no es otro que el del impuesto extraordinario a menos de 12.000 multimillonarios, que además de todavía no haber sido presentado, primero debe tratarse en comisión y después en tablas. El dilema que pone nerviosos a los defensores de la democracia twittera es el pedido a la Corte Suprema de Justicia una declaración de certeza para que la legislatura pueda sesionar virtualmente. Ante la falta de reacción, Graciana Peñafort publicó uno de sus pedagógicos hilos de Twitter explicando un caso que marcó la jurisprudencia a niveles históricos, a partir de donde se entiende que un juez es el que determina la constitucionalidad o no de una ley sancionada en el Congreso, motivo por el cual (además) se sabe que si la Justicia quiere, puede y se expresa sobre ciertos temas. En particular, la declaración solicitada por Peñafort.

En su hilo, la directora de asuntos jurídicos del Senado de la Nación cierra con la expresión “es la corte suprema quien tiene que decidir ahora, si los argentinos vamos a escribir la historia con sangre o con razones. Porque la vamos a escribir igual”, aludiendo a las muy factibles muertes que pueden producir el sesionar presencialmente en el Congreso, en vez de por plataformas digitales, y aclarando en la expresión la necesidad de que la Corte se expida dando razones para la aceptación de legislar por medios virtuales. CFK replica éste hilo con un retwit, dándole así material al diario La Nación que automáticamente tituló la publicación como amenazante.

Como refugio histórico de la oligarquía nacional, no sorprende que desde el diarios de los Mitre se bombardee con títulos y párrafos llenos de potenciales para instalar que, en el caso de expedirse negativamente la Corte, esto sería positivo para el pueblo argentino. Desde ya la respuesta es que no, dado que si ese proyecto se trata presencialmente se estaría dando un ejemplo horrible a la nación al poner innecesariamente en riesgo la vida de los legisladores. Y si no se trata en la inmediatez el proyecto del aporte de los niños bien del patriciado argentino ¿de dónde vamos a sacar el dinero para combatir los efectos de la pandemia? ¿Del aire? ¿De los créditos de deuda que ya nadie nos va a dar?

Que ese impuesto no salga no sólo es una meta de los medios comerciales. Es su máxima. Porque tocar sus fortunas es demostrar cabalmente que las normas no las ponen ellos sino el Estado en función de los intereses del pueblo argentino. Saber esto nos tiene que llevar mínimamente a la reflexión.

El miércoles se cumplieron 35 años del inicio de un suceso único en América Latina, piedra angular de la construcción de la ciudadanía argentina y de nuestra memoria colectiva. El inicio del Juicio a las Juntas Militares. Ésta efeméride fue casi soslayada por los grandes medios formadores de agenda. Éstos hechos señalados anteriormente, y más en tiempos revueltos como los que nos tocan vivir, nos muestran la crudeza y brutalidad de la que la oposición es y será capaz. Parecen estar cayendo en la cuenta por fin de que ya no tienen la sartén por el mango, y por eso atacarán con violencia a nuestros flancos y a nuestras subjetividades, más ahora que el campo de la batalla cultural propio de los pueblos y laburantes que es la calle está momentáneamente inhabilitado.

Un hombre que esta semana cumplió sus 150 años una vez dijo que es preciso soñar, pero con la condición de creer en nuestros sueños. De examinar con atención la vida real, de confrontar nuestra observación con nuestros sueños y de realizar escrupulosamente nuestra fantasía. Luchar por ello, aún incluso en estos tiempos de cuarentena, es mucho más que necesario.

El pasado jueves, el líder simbólico de la derecha nacional y expresidente Mauricio Macri firmó junto con otras 146 personalidades amantes de la ortodoxia económica un manifiesto conservador, producto del evidente escándalo que sufren al verse acorralados por la irrefutable detonación de sus argumentos en favor del corrimiento de las instituciones estatales de aquellos lugares donde se defienden los derechos individuales y colectivos.

En dicha carta, Macri en su rol de embajador plenipotenciario de Propuesta Republicana y de la Alianza Juntos por el Cambio cristaliza lo que ya sabíamos por intuición absolutamente todos: no está dispuesto a regalar los privilegios de sus adláteres y hermanos de armas para proteger la salud y el bienestar del resto de los argentinos, dando entonces una suerte de virtual respuesta de cómo se habría enfrentado a la pandemia de haber sido él quien tuviera que enfrentar esta situación desde la presidencia. Sobre las cartas, la mesa.


Debemos entender esto como una llamada de atención. Procuremos no regalar tan barato el terreno que supimos conseguir.

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