top of page
Contáctanos

¡Gracias por tu mensaje!

Las fake news, ese atentado a la democracia



En el siguiente artículo trataremos de poner sobre la mesa una problemática que, a nuestro entender, no está teniendo el tratamiento que debería en Argentina. Estamos hablando de las fake news, las noticias falsas. Amén de no extender demasiado el artículo, pondremos este link de Wikipedia donde explica perfectamente qué son las fake news.


 

Mentira diversa


Las fake news pueden dividirse en varios niveles, en base a su temática (farándula, deportes, política), su alcance (difundidas por particulares en redes sociales, difundidas por medios de comunicación profesionales), su repercusión (fueron leídas por mucha o poca gente) y sus consecuencias (generaron problemas entre dos personas famosas o definieron el resultado de una elección nacional).


Lo interesante es la variedad que presentan estas noticias falsas. Pueden tratar sobre varios temas distintos, no encasillándose en un ámbito específico. Pueden, asimismo, ser meras imágenes en internet, circulando en Facebook o Twitter, o pueden ser noticias levantadas por noticieros y periódicos de alcance nacional, vistos y leídos por millones de personas. Lo que más preocupa, quizá, de las fake news son las consecuencias que pueden ocasionar.


 

Consecuencias


Una noticia falsa referida al mundo de los deportes (por ejemplo, "el hijo de Messi es bipolar y eso está destruyendo al astro del fútbol") puede ocasionar desastres a un nivel personal: el deportista involucrado tendría que bancarse los comentarios, los rumores, las miradas, tendría que tomarse el trabajo de salir a desmentir todo y, en última instancia, tendría que vivir sabiendo que hay gente que sigue creyendo una mentira referida a su vida. Otras consecuencias, sin embargo, pueden ser un poco más catastróficas.


Una notica falsa referida a un candidato presidencial (como por ejemplo, a Fernando Hadad, durante las elecciones en Brasil de 2018) pueden lisa y llanamente darte vuelta el resultado de una elección y hacer que un neofascista como Bolsonaro llegue a ser presidente de un país de 200 millones de personas.


Y no sólo esto. Una seguidilla de noticias falsas, en lugar de revertir un posible resultado electoral, pueden terminar por cambiar la orientación de la opinión pública y hacer que una sociedad entera legitime procesos dictatoriales y represivos. Esto sucede actualmente en Bolivia, donde gran parte de la opinión pública latinoamericana legitima el accionar violento y asesino del "gobierno" autoproclamado alegando que "Evo Morales hizo fraude y merecía ser depuesto" (el fraude nunca fue probado, y recientes estudios demostrarían que no existió). El daño está hecho.


Pueden, además, actuar mucho más lenta y sigilosamente. El minucioso accionar de grandes medios de comunicación a lo largo de 3, 4 o 5 años, difundiendo noticias con leves modificaciones en su veracidad pueden, a largo plazo, terminar construyendo una masa acrítica de personas con un pensamiento completamente amoldado a intereses particulares. Medios como La Nación, Clarín e Infobae en Argentina son prueba clara de esto. Difundiendo noticias semi-falsas (porque el tema de fondo quizá es verídico, pero a lo largo de la redacción se encuentran falencias, falta de pruebas, opiniones disfrazadas de datos duros y comentarios desinformadores), estos medios terminan moldeando la opinión pública en favor de los intereses de sus dueños y accionistas. Muchas de estas notas, para colmo, no están firmadas, por lo que no se puede determinar quién es la persona que está mintiendo o tergiversando los hechos en pos de sus propios intereses.


Muchas veces sucede que grandes medios difunden noticias con datos sin chequear. Esas noticias con errores y datos falsos son leídas, debatidas y difundidas por la gente, y se terminan instalando en el discurso público. Cuando efectivamente el error se deja al descubierto, el medio en cuestión no sale a desmentirse, a retractarse o a hacer un mea culpa. La mentira fue difundida e instalada, y la verdad fue ocultada.


 

Combatirlas


A diferencia de las soluciones tradicionales (que cada persona desarrolle la capacidad para detectarlas y no difundirlas), desde el Malón proponemos otros modos de combatir a las fake news.


No podemos esperar a que la sociedad adquiera la capacidad de discernir noticias falsas de verdaderas. Se supone que la sociedad, la ciudadanía, debe sentirse libre de toda responsabilidad al momento de consumir lo que las grandes empresas les ofrecen como información verídica. ¿Qué es esta locura de pedirle al consumidor que controle la calidad de lo que se le ofrece? Es responsabilidad de los medios proveer información fidedigna y de calidad. Tenemos que empezar a echarle la culpa a los verdaderos responsables.


En un sistema que te bombardea con información basura, no podemos esperar a que la sociedad decida informarse, leer, instruirse a fondo. Sería ideal que así fuera, pero en un mundo donde el trabajador promedio se levanta a las 6 a.m, trabaja entre 8 y 12 horas por día y vuelve a su casa cansado, enojado y sin ganas de nada, exigirle que se instruya para filtrar él mismo la información que consume es replicar el argumento anterior: le estamos echando la culpa al consumidor y no al proveedor (monopólico, para colmo) del "servicio".


No podemos, tampoco, esperar a que la sociedad adquiera la habilidad de ignorar noticias falsas. Como se dijo arriba, en este sistema la información abunda. Uno sale a la calle y se ve bombardeado con carteles, publicidades, imágenes que aparecen y desaparecen, luces que seducen, frases enormes que nos incitan a consumir, palabras atrayentes, fotos de personas sonrientes mostrándonos que nuestra vida sería mucho mejor si compráramos CocaCola (cuando todos sabemos que la CocaCola da cáncer, diabetes e hipertensión), etc. En este contexto, ¿cómo poder ignorar todo eso? ¿cómo ignorar la información que se nos provee cuando se lo hace de manera tan violenta, tan impetuosa, tan ultrajante? ¿Qué opción tiene el ciudadano promedio ante los estímulos, ante las oleadas de información que se le envían constantemente, ante el caudal de contenido, de imágenes, de significantes que le son arrojados en la cara hora tras hora, día tras día?


No se puede seguir responsabilizando a la ciudadanía por las malicias de un selecto grupo de poder. No se puede echar culpa sobre el trabajador promedio por lo que hace el empresario, el dueño de un multimedios de comunicación, que actúa en pos de su propio beneficio y en detrimento del resto de la sociedad.


Las fake news son un atentado a la democracia. Lo son porque instalan en la opinión pública discursos que atentan contra la libertad de acción de sus individuos. No podemos negar (NO PODEMOS NEGAR) el influjo de la publicidad, de las noticias falsas y de los estímulos marketineros en el inconsciente colectivo de una sociedad. Las fake news condicionan el accionar de las sociedades. Están creadas con el objetivo de manipular y coaccionar el comportamiento de las personas, y eso atenta contra la democracia y la libre elección de la ciudadanía.

En la actualidad las fake news están siendo creadas, en su enorme mayoría, para instalar discursos de odio, para seleccionar "enemigos" internos dentro de una comunidad (los judíos, los islámicos, los extranjeros, los comunistas, las feministas) y para poner gobiernos que respondan a los intereses de los grandes empresarios y las grandes corporaciones multinacionales. ¿No es esto lo suficientemente grave como para aplicar medidas que signifiquen una solución definitiva?


 

¿Cuántos límites se pueden cruzar en el camino para erradicarlas?


La respuesta lógica a esta pregunta sería ninguno. La idea no es cruzar límites en pos de un bien mayor, sino resolver los problemas actuales con las herramientas con las que ya contamos. Existen maneras de legislar en contra de los medios de comunicación que difunden noticias falsas de manera intencional sin violar el derecho a la libre expresión. Porque algo es seguro: difundir adrede noticias falsas, datos erróneos y hechos no chequeados de fuentes inciertas como si fuesen información certera no es expresarse libremente; es mentir. Y no sólo eso: es mentir a millones de persona a la vez, y usar las enormes estructuras corporativas de los grandes medios de comunicación para penetrar en públicos más amplios, más diversos y de maneras más eficientes para instalar ideas que sólo benefician a un grupo reducido de empresarios.


Dicho esto, podemos deducir que entre la libertad de expresión y la libertad para mentir hay un abismo de distancia.


La libertad de expresión supone la puesta en común de una opinión o dato objetivo ("yo creo que..." o "el agua hierve a 100 grados centígrados le pese a quien le pese"). La libertad para mentir supone que en lugar de una opinión, lo que se está difundiendo es una mentira, y se está intentando hacer que esa mentira sea tomada como un hecho incuestionable, una verdad objetiva.

Muchas veces las mentiras constan de opiniones subjetivas formuladas en forma de dato duro. Por ejemplo: "como lo ha demostrado la ciencia, los caniches son los perros más feos del mundo". Eso no es un hecho, porque la fealdad o la belleza son cuestiones subjetivas, y últimamente los parámetros para medir las mismas están cambiando (por suerte). Lo que se intenta hacer es implantar una opinión en la mente de quien la lee haciéndole creer que se trata de un hecho comprobado por la ciencia o una autoridad pertinente. Esto es, una opinión disfrazada de dato objetivo.


Lo peligroso es que este tipo de cosas ocurren a diario... y en todos los diarios. Y lo más peligroso es cuando los grandes diarios, noticieros, programas radiales y magazines replican este tipo de actitudes nefastas. No es aceptable que los grandes medios hegemónicos difundan noticias falsas, porque esto definitivamente cala en el inconsciente colectivo y termina por manipular la opinión pública.


 

La libertad del medio a mentir vs la libertad de la sociedad a no ser engañada


Desde el liberalismo (y sus variantes más radicales como el anarco-capitalismo) afirman que el Estado no puede, debe ni tiene que combatir a los medios que mienten. Dicen que los medios están en todo su derecho a decir cuantas mentiras y posverdades quieran, y que es "el mercado" quienes a fin de cuentas los van a terminar castigando (como si fuese una ley que se cumple a rajatabla, lo cual no es). Si tomamos por caso al Diario Clarín (y a todos sus sub-medios pertenecientes al Grupo), vemos que esta ley del mercado regulador no se cumple en lo más mínimo. Clarín tiene cada vez más poder, más dinero, más influencia sobre fiscales, jueces, políticos y sobre la sociedad toda. Clarín es un medio hegemónico, lo que significa que pueden manipular la opinión pública a completa voluntad. Desde el liberalismo dicen que "es el individuo quien tiene que ser responsable de lo que consume". Entre eso y decir "te toqué el culo porque llevabas una pollera muy cortita", ¿hay diferencia? Los liberales justifican que los medios mientan, porque para ellos la "libertad" de las empresas a mentir es más importante que la libertad y el derecho de la sociedad a consumir contenido verídico.


El individuo, a pesar de lo que quieren hacer creer los liberales, no puede realmente ejercer demasiada resistencia ante los embates de los grandes medios manipuladores. La respuesta es sencilla: generalmente, el consumidor manipulado no sabe que está siendo manipulado. Una persona que pasó 20 años leyendo Clarín (porque es el diario que más publicidad pudo pagarse, y por ende la gente tiende a verse orientada a comprarlo) y termina aceptando todo lo que dicen, después de ese tiempo ya no suele cuestionarse (sobretodo si es una persona que tuvo pocas oportunidades de formación académica) lo que Clarín y su línea editorial instalan.


Con las fake-news pasa algo similar. La farandulización de la política nos acostumbró a consumir noticias basura acerca del ámbito político, y al día de hoy se complica diferenciar una de esas noticias basura reales de las noticias falsas. En esto los medios hegemónicos han tenido grandes responsabilidades: durante los 90, hasta los grandes medios "serios" hacían eco de las fotos de Menem andando en Ferrari, o saliendo con modelos, o jugando al basket. Si bien hoy el presidente (este o cualquiera de los anteriores desde 1999) ya no se comportan así (bueno, Macri un poco sí), la farandulización se instaló en el resto de los funcionarios. Ya no sorprende que un humorista se presente como candidato a Gobernador de una provincia (Del Sel) o que una vedetonga que mostraba los pechos en TV (claramente una víctima de la objetivización del cuerpo femenino por la cultura machista de la televisión) como Amalia Granata hoy sea diputada provincial (irónicamente por la misma provincia que casi elige Gobernador a Del Sel).


Ante este panorama de magnificación de las noticias basura, las fake-news se cuelan entre ellas y se introducen en el inconsciente colectivo como meras noticias más. El individuo no puede discernir las noticias falsas de las verdaderas, porque todas suenan igual de inverosímiles (pero el indiviuo sabe, o cree saber, que no lo son; o sea, el presidente argentino manejaba Ferraris y salía con supermodelos y actores y vedettes son diputados nacionales o provinciales, después de eso ya nada sorprende). El individuo consume noticias falsas sin darse cuenta que son falsas. Está siendo manipulado sin saberlo. ¿Cómo alguien puede defenderse si no sabe que lo están atacando? Es acá cuando el discurso liberal de "que cada cual se cuide a sí mismo" se desmorona. Hay gente que no puede resistirse de los embates de las fake news o de los medios hegemónicos porque vienen consumiendo eso desde hace años y ya no los consideran un peligro, sino un flujo natural que los nutre.


 

Conclusión


No podemos dejar que las empresas sigan mintiéndole a la sociedad. Las empresas de medios que monopolizan la información y que encima difunden noticias falsas, verdades a medias (o sea, mentiras a medias) y opiniones disfrazadas de datos duros son un atentado a la democracia y a la libertad de la sociedad a pensar con independencia.


La solución no es que los estados burgueses terminen censurando todos los medios privados y ejerciendo un monopolio mediático estatal. Eso sería peligrosísimo y trasladaría la manipulación de la información de un lado a otro en lugar de erradicarla. Lo que sí debe hacer el Estado es aplicar multas a los medios que difundan noticias falsas o sin chequear y tratar de exponer la clara intencionalidad política de este accionar.


Por supuesto, los medios hegemónicos (no hablamos de los pequeños perióidcos regionales o locales, sino de Clarín, La Nación e Infobae) van a (y ya lo están haciendo) salir a victimizarse, diciendo que ellos son medios independientes que sólo cuentan la realidad y que el Estado quiere censurarlos y atacar la libertad de expresión. Sobre esto ya hablamos más arriba: la libertad de expresión y la libertad para mentir son dos cosas distintas. Clarín y La Nación mienten, no cuentan la realidad. Tergiversan los datos, disfrazan sus opiniones y quieren hacerle creer a la sociedad que son datos objetivos y utilizan medios pequeños para llegar a más público y hegemonizar el "mercado" mediático.


La batalla iniciado en 2010 con la sanción de la Ley de Medios continúa hoy. Hacerle frente a las Fake News y a los medios hegemónicos es parte de la misma guerra. La manipulación de la información es un atentado a la democracia, y es deber de la sociedad y del Estado hacer lo que esté al alcance para defenderla.



Fuentes:



0 comentarios

Comments


bottom of page