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Siempre tendremos Octubre...

Por Manuel Parola |


El mes de octubre tiene su propio libro de antología. En sus capítulos podemos encontrar mojones históricos y claves para nuestra historia como pueblo y como sociedad, algunos lúgubres, como las injustas muertes de Ernesto Guevara de la Serna y de Néstor Kirchner, otros más bien esclarecedores: el nacimiento de la figura política más preponderante del siglo XX argentino, Juan Domingo Perón y su 17; la Revolución Rusa de 1917, el estallido chileno de hace ya dos semanas, los levantamientos populares en Ecuador, la exhumación de Francisco Franco del Valle de los Caídos. El domingo pasado, un nuevo capítulo se suma a esta compilación de sucesos: la victoria de Alberto Fernández en las elecciones generales a presidente.

El triunfo del Frente de Todes resulta ser una realidad, siendo que frente a ellos, el rival a vencer no era otra cosa que el oficialismo: Mauricio Macri, aún con el apoyo total de los medios de comunicación hegemónicos, del sector empresarial y de los organismos financieros internacionales, la cómplice sumisión de las centrales obreras, las cajas del tesoro más importantes del país (Buenos Aires, CABA y Nación) y el visto bueno de la embajada norteamericana, no logró alcanzar la reelección, convirtiéndose en el primer presidente desde la reforma constitucional de 1994 en buscar y no conseguir un segundo mandato. Todo esto, contra un candidato que fue ungido al fuego de la acefalía opositora un 18 de mayo del corriente: nada más que 5 meses de existencia política. Algunos comunicadores y colegas hablan de epopeya.

Los comicios celebrados nos dejan varias aristas para reflexionar sobre lo que los números y las intenciones de voto nos dejaron a lo largo del país, fundamentalmente la brecha amarilla bautizada por los grandes filósofos y pensadores de las redes: la Chetoslovaquia, definida por los distritos más ricos, como Santa Fe y Entre Ríos, en donde Macri ganó por menos de un punto en ambas; en San Luis, Mendoza, donde tuvo un repunte interesante y Córdoba. Los dos últimos son estados históricamente radicales. Según un reporte de la Fundación Libertad, que poco tiene de nacional y popular, los únicos distritos donde Mauricio Macri salió victorioso por sobre Alberto Fernández son aquellos cuyo Producto Bruto Geográfico es mayor. Así también son los más populosos y donde se desarrollan de una manera más activa, sin contar la provincia de Buenos Aires, el modelo agroexportador y primarizado que Cambiemos impulsó desde el día uno.

Alberto Fernández, en el abrazo de euforia con su hijo, Estanislao

El ballotage que no fue


Aún sin tener los resultados del escrutinio definitivo, suponiendo que el mismo no mostrará cambios mayores a un crecimiento de hasta dos puntos entre las principales minorías, se pueden sacar algunas conclusiones. En cuanto al origen de la “remontada” de Juntos por el Cambio, cuantitativamente hablando podemos citar el hilo de Twitter del exjefe de gobierno de CABA, Aníbal Ibarra, quien expone que gran parte de esos 2 millones 348 mil votos que optaron por Juntos por el Cambio son producto del incremento de la masa votante en 735 mil personas que se hicieron llegar a las urnas y que en agosto se habían quedado en su casa, y de los cuales al menos dos terceras partes acompañaron al oficialismo. Misma proporción respecto de los votantes en blanco, opción que redujo sustancialmente su porción (480 mil votos en blanco menos que en las primarias).

El resto del hilo puede leerse acá


Otro punto, las otras fuerzas que disputaron la presidencia también se vieron tajeadas por la grieta: entre los votos migrantes de José Luis Espert, de Gómez Centurión y de Roberto Lavagna, podemos contabilizar un total de casi 870 mil voluntades que cambiaron su voto. Por aproximación ideológica, los votos de Espert y Gómez Centurión que no conformaron el núcleo duro (porque eso es lo que pudimos visibilizar este domingo), migraron hacia Juntos por el Cambio. En cuanto a los votos migratorios de Lavagna, muchos pudieron migrar hacia el candidato oficialista, mientras que otra proporción definitivamente apoyó la candidatura del candidato con bigotes.

Ahora bien, no debemos olvidar las listas que quedaron fuera de las elecciones generales en las PASO: cuatro listas no consiguieron el piso y se fueron a su casa, pero sólo una de ellas supo ser una alternativa más para el progresismo zurdo: Manuela Castañeira, que venía del MAS que venía a poner la única voz femenina entre los candidatos presidenciales. El resto, todos de ultraderecha como el señor Biondini y su Bandera Vecinal, o el Partido Autonomista Nacional: asumiendo un traslado casi total de los votos de Castañeira hacia la lista de Fernández al cuadrado, los restantes votos (los cuales, hay que decirlo, sumados no llegaban al medio por ciento de los sufragios) acompañaron a la fórmula de Micky Vainilla y de Juan Domingo Perdón.

Cierto es que tendremos mayores certezas para analizar este voto en cuanto tengamos los números definitivos, pero pocas formas hay de interpretar el crecimiento de los sufragios a favor del presidente saliente Mauricio Macri, sino es pensando en que las generales actuaron como ballotage, en donde Alberto mantuvo y acrecentó su caudal de votos presentándose como fuerza progresista que podría llegar a encaminar con solvencia el país hacia un proyecto más popular, y donde Macri terminó por ser la figura que concentrara la única posibilidad de poder detener por un periodo más al peronismo y las fuerzas de izquierda popular fuera del poder. Esto último hizo que votantes de Lavagna, desencantados con la revolución de la alegría, volvieran a votar por el hijo de Blanco Villegas y el inmigrante italiano, conformando así un escenario de virtual ballotage, en donde las fuerzas de derecha acompañaron al único capaz de mover el amperímetro. Pero pasaron cosas.


Película en sepia: no apta para menores


Una de las grandes deudas que tendremos los comunicadores para con nuestro país y su historia es no haber luchado lo suficiente para que el escándalo de la ausencia de cientos de miles de jóvenes de 16 y 17 años que no estaban empadronados para votar ingresara en la discusión pública. Las autoridades de la Cámara Nacional Electoral (CNE) sólo podrían enterarse si los jóvenes hacían la denuncia, siendo que el padrón cerró el 1º de abril y los plazos para las denuncias fueron extendidos hasta el 29 de mayo, aunque la problemática apenas si fue difundida. Ciertos periodistas dieron cuenta de que el Registro Nacional de Personas tenía en su haber denuncias desde agosto del 2017 (tiempo en que se hicieron las elecciones legislativas de medio término), llegando a la escandalosa cifra de casi 430 mil jóvenes por debajo de los 20 años cuyos nombres no fueron enviados a la CNE.

Esto tiene su correlato en dos elementos: el primero es que se trata de la franja etaria con mayor nivel de rechazo a la lista de Juntos por el Cambio, con una militancia cada vez más variopinta entre sectores del peronismo y de los diferentes partidos de izquierda, con consignas que van de la mano de las luchas del movimiento feminista y queer, la reivindicación de los derechos humanos, la educación pública y de los salarios dignos, tópicos que le son ajenos a la agenda presidencial desde el 11 de diciembre del 2015. Y el segundo elemento es que el mayor nivel de aceptación hacia el oficialismo en retirada son los sectores más veteranos, y fundamentalmente provenientes de los sectores más acomodados de la clase trabajadora y por supuesto, de la burguesía. En sus numerosos spots de campaña y sus grandilocuentes apariciones en la marcha del “Si Se Puede”, hubo una militancia del voto proveniente de personas mayores que llegó al paroxismo del episodio de la señora Manuela Ledesma, a quien el presidente saliente le besó el pie en su acto en Tucumán.


Santa Fe tiene su propio muro de Berlín


La bota litoraleña, durante 12 años signada por el blasón del Frente Progresista (retengan esta palabra) Cívico y Social y por el Partido Socialista, se tiñó de amarillo con una recuperación de casi 10 puntos por encima de lo obtenido por el candidato oriundo de Tandil. Pero esto no tiene una sino varias explicaciones.

En el departamento de Castellanos, el gobernador electo Omar Perotti, candidato con el sello del Frente de Todos, obtuvo el 43% de los votos, mientras que Alberto obtuvo el 30% y Mauricio casi un 60% de las voluntades empadronadas. Paralelamente, el partido de la rosa había acompañado con su sello al candidato Roberto Lavagna, quien estuvo cerca de obtener un 9% de los votantes en Santa Fe, pero muy lejos de obtener los 668 mil votos de Bonfatti. Teniendo en cuenta, como ya lo habíamos dicho en este espacio, que gran parte del electorado que optó por candidatos del FPCyS en junio no tuvo un voto orgánico, en donde Lifschitz obtuvo mayor porcentaje de votos para su diputación respecto de Bonfatti, allí tenemos un botón de muestra de la volatilidad del votante del autodenominado “progresismo” santafecino.


Gráfica de la intención de voto santafecina. Captura del mapa interactivo confeccionado por el portal Infobae

Por un lado, el batacazo de Juntos por el Cambio en Castellanos y, puntualmente, en la ciudad de Rafaela de donde es oriundo el gobernador electo, y la diferencia colores en la intención de voto entre junio y octubre, resulta en que muchos votos de Perotti pero fundamentalmente de Bonfatti optaron en octubre por apoyar la reelección del presidente. Como bien aclara Hernan Lascano en su columna en el diario La Capital, debemos recordar que esa enorme cantidad de votantes macristas pertenece a la ola de trabajadores, chacareros y agroexportadores que aún sienten el latir de las heridas resultantes de Resolución 125/08, mientras que también hay que destacar que el voto azul del este santafecino corresponde a los trabajadores más bien industriales y portuarios, quienes recibieron a su vez los cimbronazos más duros de la crisis generada durante los últimos cuatro años. En Rosario Mauricio ganó en las regiones en donde el intendente Javkin salió vencedor en junio, fundamentalmente en los barrios más céntricos. Aunque, por fuera de esto los casi diez puntos de diferencia entre FF y MP se explican por si solos: por algo nos dicen “come-gatos”.

La conclusión que uno puede sacar ante el aluvión de nuevos votantes y de la migración variopinta de los votos desde sectores más bien reaccionarios hacia las amarillentas banderas oficialistas, es que el voto antiperonista y de aspiraciones más bien conservadoras tuvo una concentración que el sector nacional y popular no esperaba, pero que sin lugar a dudas estaba preparado para vencer.

Con más de dos millones y medio de votos de diferencia, Alberto Fernández puso fin a un ciclo que pretendió barrer banderas que parecían de batallas ganadas, como la de la construcción de la Patria Grande, la invalidez de la teoría de los dos demonios, que el desarrollo proviene de la distribución de la riqueza y la democratización del bienestar y que la cultura, la educación, la salud y el trabajo digno son derechos inalienables de las personas. La autocrítica y la obligación que le corresponde a los sectores que componen el Frente de Todes es el de reinventar los recursos discursivos para que estos caballos de batalla sean una vez más parte de la agenda hegemónica de la discusión pública. Porque a partir del 10 de diciembre, pasarán a ser parte de la agenda presidencial. Una cosa es segura: más allá de las 24 ciudades en treinta días, de los cuadernos fénix y de las causas armadas por el juez Claudio Bonadío, octubre volvió a ser elegido como el mes en donde el campo popular volvió a unirse para gritar fuerte y convencido: no se pudo.


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